miércoles, 30 de abril de 2014

ÉRASE UNA VEZ UNA MUJER QUE QUERÍA MATAR AL BEBÉ DE SU VECINA, de Liudmila PETRUSHÉVSKAIA


Narrar la muerte: hijos muertos, novias enfermas, amigas incineradas, batallones descuartizados, muertos, muertas y más muertos. Petrushévskaia sabe cómo hacerlo.


Devota de la tradición oral rusa femenina -"cuentan sus historias tal cual, sin inventar nada", afirma-, con un lenguaje transparente y directo, antítesis del naturalismo francés y cercana al Hombre de arena de Hoffmann por lo siniestro y a El Capote de Gogol por el coqueteo con el humor desgraciado, Petrushévskaia es una maestra del relato breve.

Ordenados en: Canción de los eslavos orientales, Alegorías, Réquiems y Cuentos de hadas -las hadas antes de Disney, claramente-, los cuentos diluyen la pared que separa a la vida y la muerte.

Sin dramatismo y sin miedo al "gore", a la carne chamuscada, Petrushévskaia combina mitología griega con folklore ruso, guerra con cotidianeidad chata, y así el libro, como un collage al estilo Stravinsky, hace de espejo para mostrar el circo nefasto de la vida. Carnaval con el que hay que convivir derramando la menor cantidad de lágrimas posibles; reírnos de la mala suerte y la maldita casualidad. 

Buen comienzo de semana.

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