miércoles, 30 de abril de 2014

70 POEMAS, de VÍCTOR REDONDO

“Las palabras significan lo mismo que lo que quieren ocultar, un espacio de soledad donde la voz compite con su eco”



Honestamente, es muy difícil, teniendo sobre la mesa esta antología de los cuatro libros editados de Redondo (Poemas a la Maga, Homenajes, Circe. Cuadernos de trabajo 1979-1984 y Mercado de Ópera), no abandonar la escritura de la reseña y ponerse a transcribir, citar, imitar (¡copiar!), como un loco o un atravesado por un rayo, los poemas de Redondo.

El libro late en nuestras manos. La pulsión de vida/muerte que dispara, los fantasmas amigos que habitan el libro (Rimbaud, Louis Aragon, Ginsberg, Góngora y muchos más) y el trayecto de una vida, de una voz poética –esa que, todavía, a pesar de los esfuerzos de algunos teóricos modernos del pos, está más cerca de la vida que de la ficción (¿código de lectura, condenada episteme o, mejor, una lanza que sale del libro para abrirnos la frente?)-, nos hace temblar.




Vemos el recorrido de una escritura y aprendemos. Aprehendemos una noción de existir: la búsqueda. Libro de alumbramientos, poética del estallido, del encuentro con la identidad, 70 poemas (que afortunadamente son más), nos muestra cómo la forma, ya sabemos, se corresponde con el contenido y que no es eso y nada más: prosa poética, poemas en verso, la pregunta o el satori en castellano: sea como sea, la intensidad en la escritura de Redondo no disminuye. Escritura fiel.

Esta antología de Hilos Editora realizada por Jorge Zunino (antes de estar “brindando con Dionisio y Apolo en las cumbres claras” en palabras de Redondo en la introducción), además trae Dos poemas no publicados en un libro. Excusa perfecta para dejar de hablar y transcribir la primera parte de uno de ellos.


LOS JÓVENES MAESTROS

Uno

Una vez más frente a frente.
Pero ahora el miedo
ha quitado de las palabras el ropaje de las palabras
y ahora las palabras, pero no las palabras,
son palabras finalmente, y no aquéllas.

Hay mucha exageración en todo esto
y una pequeña parte de verdad, “tengo
ciertos miedos que pertenecen al futuro”.
No se halla nunca el comienzo
y es tan difícil terminar. Un poema
quisiera extenderse como un pecado nuevo,
siempre insuficiente. ¿Para quién se escribe?
La ficción comienza antes del primer acto,
antes de entrar en la sala de los enigmas, antes
de sentarnos frente a la hoja, enjoyados por el hastío,
y antes de ser los animales jóvenes en busca del deseo.
No me mires así, sobre esto debo hablar.
Deja que destierre en paz estas almas que recuerdo
en cenizas, en trampas, en las noches donde vierto
la triste espuma de un vino inacabable.

Hemos nacido para el éxtasis seco,
para la furia de no comprender,
para tener cadenas por necesidad de cadenas y gozar
la lujuria de la rebelión. Deja que hable.
Pero no me dices que no hable: no me escuchas.
Hablo a la fría lucidez de los muertos
que no creen necesario contestar.
Ser o no ser son dos espejos ausentes.
Sobre esto es inútil hablar.
Tengo las palabras cubiertas de polvo.
Necesito que me respondas, ese silencio enloquece.
Necesito enfrentar palabras para oponer palabras.
Necesito creer en el mal para vencer lo irremediable.
El veneno de la serpiente
nos defiende de la serpiente. Y estamos hablando
de las involuntarias víctimas de un antiguo mal. Eso creo.
Quizás estamos hablando de otra cosa
y yo esté demasiado solo esta noche.

ÉRASE UNA VEZ UNA MUJER QUE QUERÍA MATAR AL BEBÉ DE SU VECINA, de Liudmila PETRUSHÉVSKAIA


Narrar la muerte: hijos muertos, novias enfermas, amigas incineradas, batallones descuartizados, muertos, muertas y más muertos. Petrushévskaia sabe cómo hacerlo.


Devota de la tradición oral rusa femenina -"cuentan sus historias tal cual, sin inventar nada", afirma-, con un lenguaje transparente y directo, antítesis del naturalismo francés y cercana al Hombre de arena de Hoffmann por lo siniestro y a El Capote de Gogol por el coqueteo con el humor desgraciado, Petrushévskaia es una maestra del relato breve.

Ordenados en: Canción de los eslavos orientales, Alegorías, Réquiems y Cuentos de hadas -las hadas antes de Disney, claramente-, los cuentos diluyen la pared que separa a la vida y la muerte.

Sin dramatismo y sin miedo al "gore", a la carne chamuscada, Petrushévskaia combina mitología griega con folklore ruso, guerra con cotidianeidad chata, y así el libro, como un collage al estilo Stravinsky, hace de espejo para mostrar el circo nefasto de la vida. Carnaval con el que hay que convivir derramando la menor cantidad de lágrimas posibles; reírnos de la mala suerte y la maldita casualidad. 

Buen comienzo de semana.

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ANIMALITOS DEL CIELO, DEL INFIERNO Y DEL MAR de CARMEN IRIONDO, ilustrado por FERNANDA LAGUNA


Todos fuimos niños, o eso creemos.


‘Animalitos del cielo…’ despierta sin sacudidas a ese niño-lector que fuimos. El libro, dividido en Animalitos del cielo, Animalitos del infierno y Animalitos del mar, nos hace saltar de poema en poema como de fábula en fábula: cada título corresponde a un animal y cada animal a una historia breve; a una descripción eterna del bichito; a una moraleja con bases en la paz, el humor absurdo y la convivencia de los seres en vez de la solemne moral.

Las ilustraciones de Laguna en blanco y negro, de trazo fino, evocan los dibujos a lápiz negro, en hojas usadas, de infantes de domingo. Además agrega una bombita de luz, un graffiti que dice “PUNK”, un zapatito o una guitarra que deja entrever la presencia tácita del humano, por qué no del narrador, en estos poemas-fábulas-canciones. Canciones porque, si pudiéramos pedirle algo más al libro, sería la tablatura para cada letra; los acordes que resuenan cuando compartimos cada verso no con la mente: con la voz.

Los poemas de ‘Animalitos del cielo...’, sin ser oníricos ni infanto-macabros, pero tampoco melancólicos ni con miedo a la adultez, nos hacen preguntarnos si es que fuimos niños o, más bien, si no seguimos siéndolo. Poemas que, justamente, por no apelar a la metáfora politizada o a la destrucción del imaginario pasado, como los cangrejos, “ganan su carrera porque no se ponen metas / sin trofeos, sin banderas, sin disfraces ni caretas”.

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OTROS CUENTOS Y OTROS CUENTOS, de Tobías SCHLEIDER y EL TOPO ILUSTRADO, de SCHLEIDER / TURDERA


Conocido en Twitter por su cuenta @ElTopoErudito, Schleider traspasa el mundo virtual y retrata ese espacio que hay entre una persona y la otra.


‘Otros cuentos y otros cuentos’, reunión de relatos inaugurados con ilustraciones de Alan Berry Rhys, da cuenta de una sensibilidad. Decir “sensibilidad poética”, “sensibilidad por lo mínimo” o algo similar sería redundante: la prosa transparente pero pulida, con un lenguaje elaborado –sin repeticiones, en casi todos los cuentos con una primera persona que no se deja llevar por el intimismo- y las historias que oscilan entre lo cotidiano, la sonrisa –un humor que no es de a carcajadas- y la melancolía, nos habla de los dilemas de todos los días, torcidos apenas, rozando el absurdo o el fantástico.



El lenguaje, para nada críptico, pero detallista de Schleider podría jugarle en contra y crear aquella distancia con el lector, que impacta más, negativamente, sobre el verosímil que sobre el deslumbramiento erudito. Pero no ocurre, y para dar cuenta del manejo de la frase, ‘El topo ilustrado’, libro en coautoría con Cristian Turdera, quiebra la barrera del fantástico que antes nombrábamos, se adentra en un mundo etéreo, para exponer el alma o la experiencia de la vida humana.



Las ilustraciones de Turdera, sin caer en el naif ni en el facilismo simbólico, ensanchan el significado de las frases que giran en torno a las sensaciones universales, los dolores que no se ubican, otorgándoles, a veces el aspecto de lo tremendo, lo inesperado, y otras veces el color de los anhelos que nos mantienen en pie, las relaciones que nos salvan del silencio, dibujando como pocos ese momento en el que, con los ojos entrecerrados, decidimos seguir adelante.

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EL TALLER · NOCIONES SOBRE EL OFICIO DE ESCRIBIR, de Alejandra LAURENCICH

Laurencich reúne su experiencia como narradora, sus más de veinte años coordinando talleres, su trabajo en Casa de Letras y los puntos clave de la escritura expuestos en La Balandra –revista que dirige-, en ‘El taller’.


Organizado en dieciséis “clases” que recorren los tópicos que estructuran al cuento o la novela –los tipos de narrador, los tiempos verbales, los puntos de vista, diálogos, estilos, etc.-, Laurencich saca a la escritura del lugar misterioso, casi chamánico, propulsado por la inspiración y sostenido por el talento en el que a veces se la deposita: nada de eso.

Las clases, intercaladas con opiniones y consejos de maestros como Castillo, Flaubert, Hemingway o Vargas Llosa, no apabulla. Todo lo contrario. Como se lee en los ya clásicos ‘Taller de corte y corrección’, de di Marco o ‘Así se escribe un cuento’, de Giardinelli, la insistencia es sobre el trabajo, trabajo y más trabajo.

‘El taller’ es más que una guía de consulta: es un festín de ideas para acortar caminos a la hora de expresarse, es un incentivo para perderle el miedo a la hoja en blanco y, sin ánimos de exagerar, un manifiesto que deja en claro que la escritura es un oficio con todas las letras.

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LA VIDA ESCRITA, de Rodolfo RABANAL


Apuntes. Cuadernos de notas. Tapas negras. Rabanal combina fragmentos tomados de distintos años, entre comienzos de los ’70 y fines de los ’80 (sin un orden cronológico estricto), escribiendo varios libros en uno sólo.


Por un lado las preguntas sobre la escritura, la pasión, los nombres propios y los temas con mayúscula, y por otro el contexto argentino, cultural, incierto y opresivo. Pero, como hay los días más terrenales, registra charlas, funerales, las noches infecundas de escritura y las escapadas al cine o al café La Paz. En esa capa uno navega el texto, sin sobresaltos que justifiquen al constante cuestionar. 

Sobre todo porque Rabanal nos acerca nombres como Goethe o Camus para hablar de tolerancia, Bunge o la metáfora para definir lo real, y Barthes o Lowry para guiar ideas en sus textos, sin hacer de los apuntes un torrente abstracto; sin necesidad de pedantería. 

Podemos leer a Rabanal haciendo ejercicios (por ejemplo, narrar lo abstracto de forma concreta), o el que a fines del 76 escribe que algo le dice que después de ese verano ya nada será igual o el que piensa a Bergman, Gombrowicz y el cine. Y podemos leer al Rabanal que discute con la historia, escucha a Jorge Barón Biza, cuestiona a la prensa, admira a Hugo Gola, a Madariaga, y acompaña a Osvaldo Lamborghini.

Un libro con varios libros fundamentalmente porque no fue pensado como tal, porque cuando leemos las notas sobre apuntes anteriores sentimos algo similar a la famosa puesta en abismo: nos vemos reconstruir una vida escrita, ya reconstruida arbitrariamente en el libro que tenemos en las manos. Y volvemos a preguntarnos: ¿De qué está hecha la vida?

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NOVELA, de ARNALDO CALVEYRA

El título nos recuerda al poemario El arte de narrar, de Saer, y, publicado en la colección 'la lengua / poesía', de Adriana Hidalgo, a alguna travesura -entre tanta literatura "poco transparente"- al estilo de El fin de la palabrística, de Cohen.




Mientras esperamos los Cuentos Reunidos de este último, comparamos a Calveyra con el Cohen de Casa de Ottro- Una sintaxis que se despliega, y así la historia, mientras los razonamientos, las ramificaciones, son espiralados.

En la contratapa hay una cita de Calveyra: "[...] Yo siempre digo en broma que llegué tarde al reparto de géneros". No hace falta saber de su extensa obra poética o teatral: Novela contiene al género dentro del género: la poesía -queremos decir: los versos-, la interpelación a la amada al estilo del Goethe de Conversaciones, o la voz distante y nunca apática de un Alberto Caeiro.

Pareciera una condena: sin un género definido, Calveyra, en el sabido mundo de la especialización actual quedaría como un Goethe o Poe cojo, un ser pre-o-casi-moderno. Pero Novela dice lo contrario: dejando en evidencia que no es un cruce á la posmoderna, la elección de trama en base a la forma o viceversa -es el huevo o la gallina- no podría ser otra. 

Faulkner, Lispector, tantos otros nos dejaron en claro que lo relatado crece más por la compatibilidad con la forma de contarlo que por la historia misma. Y Novela, en donde parece hablar por momentos una voz arcaica que delinea las azaleas, más contemplación que recuerdos de tristeza, o la sorpresa lúdica ante el sexo de la pareja en la plaza y donde los eslabones son iluminaciones entre las anécdotas del narrador, no podría ser escrita de otra forma.

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ESTOY DESNUDO, de TSUTSUI



En el 2006 se estrenó Paprika, una película de animé basada en la novela homónima de Yasutaka Tsutsui. Sin embargo, el gran éxito de animación oriental de aquel año fue Death Note: otro animé pero basado en un manga, muchísimo más "serio" que Paprika -que no significa más profundo-, pero con un coprotagonista que con sólo verle la cara nos acerca al gesto, la risa y la perturbación que encontramos en los relatos que el mismo Tsutsui eligió, a pedido de Atalanta, para este volumen.


La línea directa entre Ryuk, el demonio de Death Note, y estos relatos son, más que la cara, la actitud. En este libro tenemos humor de todo tipo: escatológico, bélico, humillante, intergaláctico, sexual. Y Ryuk, que tiene un aspecto de temer, es en realidad un demonio torpe, que deja su vida por una manzana roja y es un pésimo consejero. Con humanos alienados, demonios mitológicos o seres del espacio exterior, todos en situaciones extravagantes, Tsutsui desnuda el patetismo del ser humano. 


Al avanzar en la lectura vemos que no sólo es ridiculizar al hombre (tan solo el título nos da una idea de los lugares incómodos en los que nos planta Tsutsui): las historias parten del mismo silencio y ponen en escena al 'vacío', de la misma manera que los cortos en los 'Sueños de Akira Kawabata' cobran vida: parece no haber habido nada antes ni después de cada cuento. Es imposible pensar el despliegue de absurdo violento y angustia contenida de estos textos sin las bombas atómicas en el pasado cercano.


Y, por último, si bien cada vez hay más ofertas para los curiosos del Japón contemporáneo, este libro nos demuestra que podemos elegir algo más allá del Japón hiperoccidentalizado o el texto pausado, más pausado, que recuerda una y otra vez al estanque, el muro, la cosa zen. Tsutsui usa la parábola del chiste, pero cuando llega el remate ya pasamos por situaciones tan humillantes y a la vez reales, espejismos de lo que no decimos, que no sentimos el redoble que llama a la risa y podemos largarnos a llorar tranquilos. 

LA RUBIA DE OJOS NEGROS · Una novela de Philip Marlowe, de BENJAMIN BLACK


Benjamin Black es John Banville; no lo trata de ocultar. Y en este caso también es Raymond Chandler, de algún modo, al revivir a su detective Philip Marlowe. Pero sólo de algún modo: Banville es fiel a la voz elegante pero espontánea de Black. 



Y más allá de la dimensión que toma Marlowe al mando de Banville -una dureza esta vez desestabilizada hasta la tragicómica humillación-, ‘La rubia de ojos negros’ es una verdadera historia, un invento, una apuesta a la ficción en el sentido de “la gran novela norteamericana”; aquella que, según Banville, nunca dejo de confiar en sí misma. 

A pesar del inmortal tic de la comparación (insisten remarcar cuán “mejor” es Banville y por otro lado, que sus ficciones son puro arquetIpo), la versión que hace Black de Marlowe nos lleva a Hollywood, cigarrillos con boquillas, perfumes que enamoran y vestidos sobre el piano. Droga en la bebida, tiros, sangre y borracheras. Nos lleva a contemplar el mundo como Marlowe. Hasta la última palabra.

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sábado, 12 de abril de 2014

UNA HISTORIA DE LA LECTURA, de Alberto MANGUEL


Siglo XXI acaba de reeditar 'Una historia de la lectura'; un clásico desde su primera aparición a fines del siglo pasado.



La dinámica es clara: Manguel abre cada capítulo con una anécdota, vivencia o recuerdo personal. Una imagen de su infancia en Buenos Aires, un viaje en taxi o el recorrido por (muchísimas) librerías le sirve (y nos sirve) para caminar sobre las distintas aristas que conformaron al lector y los libros a través de los tiempos.

Desde las tablillas pictográficas halladas en Siria en 1984 -suerte de rectángulos de arcilla con animales dibujados, de hace unos seis mil años-, pasando por los pergaminos, códices, la inclusión de imágenes en los libros como democratización del saber (vale aclarar que 'Una historia de la lectura' está llena de imágenes), hasta los libros de bolsillo o los textos en CD, Manguel delinea al lector según la evolución de los soportes.

Esto, para poder avanzar directamente sobre las formas de leer: en silencio, para otros, en la cama, amenazados, manipulados, a escondidas o traduciendo. Siempre inmerso en la Historia, Manguel nos deja conocer sus propios caprichos y formas de juzgar un libro, las preferencias a la hora de leer (y aprender) de cientos de escritores y la sensación extraña por lo contradictoria, que a veces genera impotencia y otras alivio, que compartimos la mayoría de los lectores: esa sensación para nada errada de que nunca tendremos el tiempo suficiente para leer todo lo que queremos. 

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METAMAUS, de ART SPIEGELMAN

Algunos críticos y escritores de buenos titulares apuestan, sin correr riesgo alguno, que en unos años, digamos unos doscientos mil, la única obra de la galaxia Literatura que sobrevivirá será la de Shakespeare.

Suponiendo que la futurología fuera eficiente, y cambiando literatura por cómic, historieta o novela gráfica, lamentablemente se podría decir lo mismo de Maus, la obra maestra de Art Spiegelman. 'Lamentablemente' por dos motivos: porque el recuerdo de la humanidad sería el de una guerra constante que oscila entre el campo de batalla, el campo de exterminio y el infierno que habita en el corazón de cada hombre, esté donde esté. Aunque, sin embargo, que el siglo XX se recuerde de esta manera lo podemos entender -¿no hay días que creemos que la humanidad merece ser recordada de esa manera?-.


Pero, peor aún, sería lamentable porque lo fundamental de la obra de Spiegelman se nos habría escapado de las manos. En la entrevista de más de doscientas páginas que le hace Hillary Chute, intercalada con opiniones sobre técnica, anécdotas con otros caricaturistas, archivos, dibujos, fotos y más, queda expuesto el fin del clásico moderno: que nadie desaparezca, que no se pierda la memoria, que no se borre del mapa ninguna obra, humana o de arte.


En Metamaus, Spiegelman nos cuenta anécdotas de la infancia para llegar a enterarnos cómo se arrima a su padre, Vladek, para finalmente entrevistarlo en 1972 y de ahí tomar su testimonio sobre su vivencia en los campos. Con ese testimonio (que está transcripto -entero en el DVD y un fragmento en el libro-) Art haría Maus.


Desde ese punto de partida, la entrevista pasa por una cátedra de dibujo, las formas de creación y las preguntas-ejes: ¿Por qué el holocausto? ¿Por qué ratones? ¿Por qué un cómic?, que iluminan la pulsión del artista. Aquel que, lejos de librarse a la forma/contenido de moda, o a la vagancia disfrazada de una vanguardia apolillada, es plenamente consciente del trazo que traza, la historia que cuenta y el destino final de sus ratones: salvar al mundo. O salvarse del mismo.



HISTORIA DE LAS TIERRAS Y LOS LUGARES LEGENDARIOS, de UMBERTO ECO (Lumen)

Umberto Eco es versátil, se sabe. Pero cuando se combinan el estudio de símbolos, la visión crítica del hombre y la prosa fluida, todo enfocado hacia una Historia apócrifa -o sea: hacia una ficción, un invento cual novela o cuento- el resultado es este libro.




Imponente, 'Historia de las tierras y los lugares legendarios' nos acerca no sólo a las leyendas y mitos del medioevo sino que trae un compendio de mapas, paisajes, obras de arte y dibujos de libros de hace siglos que nos dejan fantasear co otros mundos (dentro de este) o, más bien, salpicarnos de los sueños y temores de nuestros antepasados.

Pero eso no es todo: el análisis de los signos, tanto en las leyendas como en las imágenes, que hace Eco, atravesado por una conciencia histórica, deja al descubierto una lectura fina -con una escritura sin panfletismo- que nos hace detenernos en el presente, en los demonios heredados.


El recorrido desde el medioevo hacia el siglo pasado no es sólo una paleta del imaginario -y de la manipulación del mismo-: desde los mapas trastocados con seres inexistentes ("Para Mandeville, hablar de geografía equivalía aún a hablar de seres que deben existir, no que existen...", dice Eco), hasta la teorías de humanos casi perfectos que habitaban en el Himalaya, o la tan popular, allá en el siglo XX, "raza aria" -en cuestiones delirantes los nazis no pueden faltar-, las preguntas se empiezan a multiplicar, más que las respuestas.


¿Dónde vivimos? ¿Cuáles serán nuestros lugares -mentales- inexistentes que recién en cientos de años serán desmitificados? ¿Qué mundo queremos? 
En suma, Eco, colocando imagen sobre texto, mapa sobre mapa, nos ofrece una historia de varias de las distintas rutas y deseos que atraviesan al hombre. 

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LA DESCOMPOSICIÓN, de RONSINO (Eterna Cadencia)

Si bien es una reedición, la literatura de Hernán Ronsino propone la vuelta en el tiempo. La serie que conforman 'La descomposición', 'Glaxo' y 'Lumbre' nos retrotraen décadas atrás, trastocando el orden cronológico como la percepción de los hechos a través de los varios narradores, de los distintos claroscuros, y así también los distintos lugares, descampados, trenes, ciudades para olvidar o ser olvidados.


Acá, algunas palabras que Jorge Consiglio le dedica en el artículo 'Sobre La descomposición', en la revista anual El ansia: 

"Ronsino diagrama en la novela un mapa de relatos en los que los hombres mueren por accidente o voluntad, en los que asesinar es un acto tan inevitable como fatal; en los que las liebres huyen heridas y los perros muerden antes de caer muertos. Un mapa de relatos en los que el joven Tarditti, pálido y de ojos profundos, escribe una nota sobre Kafka y no logra escapar a su propia oscuridad [...] 

Un mapa de relatos, en suma, cuya cifra única es la polisemia. Pues -en consonancia con Pajarito Lernú, quien teoriza detenido en su extravío- se advierte con claridad que la ficción no deja afuera ningún sentido, porque la ficción no clausura."

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PAYASADAS, de VONNEGUT



Refugiado en las ruinas del Empire State, Wilbur Rockefeller Swain, médico de profesión, monstruo de nacimiento y el último presidente de los Estados Unidos, repasa la historia de su vida y la de su país como si fueran una sola. Y en ese repaso no puede faltar Eliza, su hermana gemela: “No éramos idiotas… Éramos algo nuevo. Éramos neandertaloides”. Un día, los gemelos descubren que, cuando sus cuerpos se tocan, sus mentes se funden en una única mente genial. Rechazados por sus padres, aislados de la sociedad, inventan una fórmula para terminar con la soledad en el mundo.

Kurt Vonnegut, uno de los más grandes ironistas del siglo pasado, despliega en esta novela su talento incomparable para reflexionar sobre el tema que lo obsesionó siempre: las catástrofes que causan los hombres en su afán por alcanzar el bienestar y la felicidad.

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FOGWILL, UNA MEMORIA CORAL. Testimonios recogidos por PATRICIO ZUNINI (Mansalva)

Es verdad que el recordado es infalible: por la eficacia perturbadora de sus textos y, sí, también por su estridencia. Pero la memoria coral que propone Zunini le suma capas.


No sólo es el diálogo entre distintas relaciones -escritores, editores, compañeros, amigos y libreros-, sino los temas que compartieron al hablar de Fogwill. Como hablar de Fogwill es hablar de casi todo, el libro nos hace charlar de su escritura, de su idea de la escritura, los temas subterráneos, los grandes misterios, pero también de la merca, de los consejos, la ayuda, el carácter, los hijos; las cuestiones antes de estar (o no) en el papel.

Quizás a algunos les parecerá exagerado de nuestra parte, pero nos atrevemos a decir que FOGWILL, UNA MEMORIA CORAL rinde homenaje. Traduce la percepción de los conocidos, sin mentirle al lector, sin inventarle quién era, y sobre todo sin traicionar a Fogwill. 

Los testimonios -que son más de treinta nombres, entre los que están Aira, Moreno, Laiseca, Shúa, Casas, Bizzio, Kohen o Chitarroni y la lista sigue así de tentadora- se funden en una sola capa. Comparten un patrón que matiza a lo largo del libro, y en la memoria parecen islas de un archipiélago recordando la misma gran ola. De la cual uno, leyendo, no quiere bajar.

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LARVAS, de CASTELNUOVO


Un libro de cuentos. Uno ve el movimiento de la voz, el narrador o Castelnuovo -en este caso, porque fue maestro entre 1921 y 1922 en un reformatorio de Olivera, nuestro imaginario se ensancha, la voz es muchas-, después de leer el estudio preliminar de Pérsico el texto "se relaja". No sólo por la obvia diferencia de género (ensayo/cuento) sino por la ligereza con la que llega a hablar la voz de los relatos sobre realidades que nos dejan inmóviles.


La voz de estos cuentos no desespera aunque sostiene el peso del mundo con los hombros; eso le permite enojarse, ser igual de irracional que las historias con nombres propios que hacen el libro; mira de cerca el abandono, las esquinas más oscuras, la enfermedad y todo sin que se le caiga una lágrima. 

No a los protagonistas. Ellos se quiebran, los quiebran, vuelven a nacer. Son Larvas por el tamaño, porque se están formando, el mundo a conocer, lo frágil, pero también habla de quién narra. Una actitud de larva, de desgraciado o de infeliz. Y por qué no, de quién lee. Una interpelación a una de las facultades menos dignas del humano: la capacidad de quedarse inmóvil ante el sufrimiento ajeno, aunque se vean a los ojos; esa destreza nada lejana a alimentarse de la podredumbre.

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'PROSA', de Anna Ajmátova



Entonces, quizás, poesía es la palabra. Porque uno lee la prosa de la autora de Réquiem y, debajo del retrato de época, de los análisis sobre sus propios textos y la devoción por Pushkin; debajo de los comentarios sobre distintos artistas y disciplinas (Stravinski, Modigliani -quien la retrató-, Diáguilev o Shostakóvich, entre otros); debajo de París o San Petersburgo, bulevares o prisiones, la vida o el exterminio, está la mirada poética -desde y hacia la poesía- que hecha raíces, tanto en sus poemas ya inmortales, como en este compendio de todos los textos en prosa que publicó en vida. 


'Prosa' es uno de esos imperdibles que entran pocas veces por año, pero los disfrutamos toda la vida.

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CANADÁ, de Richard Ford


"Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vivieron después. El atraco es la parte más importante, ya que nos puso a mi hermana y a mí en las sendas que acabarían tomando nuestras vidas. Nada tendría sentido si no contase esto antes que nada."



Sabemos que gran parte de las buenas historias comienzan "entrando por la ventana": colocando a sus protagonistas (sean personas, fronteras o emociones) en momentos incómodos desde el primer instante. Este es uno de esos casos.

Dell Parsons nos cuenta cómo a sus quince años el robo a un banco que cometieron sus padres le cambió violentamente la vida. Pero lo cuenta desde la adultez. Medita sobre el escape de EEUU, cruzar la frontera hacia Canadá, el sueño de una vida nueva, poder reinventarse. 

Más grande, Dell por momentos se anima a dar consejos, a recordar sin rencor. Y perdonar, o al menos considerar que a veces no hay culpables sino circunstancias.

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CUENTOS COMPLETOS, de Robert Louis STEVENSON


1850 fue un gran, enorme año para el cuento y, como inevitable consecuencia, para todos nosotros, los que gozamos del género. Mientras que en el agosto de Dieppe, a un par de horas de París, nacía Guy de Maupassant, tres meses después, en otra ciudad costera pero esta vez en Escocia, Edimburgo específicamente, Robert Louis Stevenson llegaba al mundo. 


Este volumen reúne todos sus cuentos, las famosas novelas (Dr. Jekyll..., El dinamitero) y hasta inéditos que el escocés legó a la humanidad -parece exagerado, pero ¿se puede hablar en otros términos de tamaña construcción literaria?-.

Con un estilo que después se conocería como 'anglosajón', Stevenson logra narrar como quien cuenta una anécdota, combinando lenguajes técnicos con expresiones del puerto escocés. Describe un paisaje y a la vez nos cuenta un ánimo, un peligro que acecha. Frases cortas. Ajusta hasta la última perilla.

Este volumen editado por Valdemar (editorial que llega con cuentagotas por estos días), además de ser un imprescindible, además de las citas de Borges y de que, con Poe y Maupassant, es parte del tridente dorado del siglo XIX, nos recuerda que el cuento es, después de todo, el arte -familiar para cualquiera- de contar historias.