Reubicarse: puede ser concreto, buscar un nuevo hogar, zafar del pasado o haber aprendido de él. Pero, por qué no, la gran metáfora de la vida: volverse a encontrar, transformar el lugar en el que estamos en Nuestro Lugar.
Simón y David, después de atravesar el mar, están en Novilla, ese lugar en el que, si uno pide carne, se le ofrece rata, y el trabajo es la acción de cultivar, el medio para comer. ¿Una expresión de deseo Coetzeeana o, como acostumbra el Nobel, otra forma de dejarnos perplejos ante la simpleza y el común bienestar?
La búsqueda de la madre de David en un país sin recuerdos y sin condescendencias expone la fuerza, las fallas, la dimensión humana, llevándonos a la eterna pregunta acerca de reubicación: ¿existe?, ¿se puede? Para ser más claro: Si amaneciéramos en otro mundo, sin pasado y con un futuro a construir ¿volveríamos a cometer los mismos errores?
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