viernes, 27 de junio de 2014

HOTEL ATLÁNTICO · JOÃO GILBERTO NOLL


Adriana Hidalgo, en su exitosa tarea de brindarnos literatura brasileña fuera del canon, hace alrededor de una década nos hizo conocer Lord (2004), de Noll. Después de Bandoleros, una novela con veinte años de diferencia de Lord, y posteriormente Harmada y A cielo Abierto, dos novelas de los noventa, ahora llega Hotel Atlántico, del final de los ochenta.

Si bien estos títulos son una tentación para cualquiera que desee profundizar en la literatura carioca y conocer algo más que a Lispector, Fonseca o Guimarães Rosa, el salto de décadas de dichas publicaciones, de alguna manera (caprichosa, sí, como ponerse a escribir ficción) reflejan la literatura de Noll: saltar de una sensación de este momento a un recuerdo del pasado tan banal como anclado; un abanico de emociones (sentirse incompleto, querer llenarse), de situaciones (estar buscando la identidad en el mundo hasta toparse con un demente del que hay que escaparse), todo contenido en una sola obra, en un solo nombre propio.

Las novelas de Noll comparten la médula: hay alguien, una voz, una cabeza, que de pronto, sin sobreactuaciones ni grandilocuencias, quiere el cambio, con fuerzas para hacer disparates, más o menos cómicos, más o menos determinantes, dejando -o haciendo dejar al lector- la vida en cada página. ¿No es eso literatura? Demostrar que podemos dejar la vida por un beso, un vaso de vino o, de una vez por todas, cambiarla.

Hotel Atlántico, quizás el más dinámico de los libros hasta ahora traducidos de Noll (no es justicia: la manera de escribir de Noll siempre está aceitada, siempre, más que conmovernos, nos mueven), nos posa en el hombro de alguien que tiene una misión que, como la prosa de Noll, nunca conforma al lector, nunca queda clara, fiel y sincera con el sentimiento de exisitir.

Hace unos años, en el programa de Osvaldo Quiroga, con motivo de promocionar Lord, Noll dijo sin suspiros que sus dos pilares son Lispector y Kafka. Estos datos pueden desarmarse en un instante pero tal vez da una idea de lo que es Noll. El humor como única manera de tolerar al mundo, kafkiano, y un fluir de la conciencia, más conectada con el exterior que Lispector (porque el tiempo así lo obliga, quizás), pero abismal como la brasileña (sí, era brasileña). Obviamente, cómo caer en la trampa, si nombramos a la autora de La pasión según G.H. (y Noll lo entendería), vamos a terminar hablando de ella.

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