"Lo más profundo es la piel", frase que los poetas llevan
repitiendo casi desde el inicio de su oficio milenario (y que la publicidad se
ha apropiado con entusiasmo), podría muy bien ser el resumen de este libro de
Sandra Martínez Rossi. Una profundidad esta de la piel que busca aflorar,
emerger, hacerse superficie. La piel es una especie de ara (en ella se consuman
esos sacrificios sagrados que exigen los dioses a los miembros de determinados
grupos étnicos), de museo ( sobre ella se exponen los frutos de siglos de
manipulación de la materia para transformarla en objeto estético), de ensayo
(en cada piel hay grabado un tratado político, económico, sociológico o
filosófico) y de frontera (entre lo uno y lo otro, entre el yo y su espejismo,
entre lo hegemónico y lo transgresor, entre el presente y sus múltiples pasados
y futuros, entre el deseo y la represión del deseo, entre el amor y la
soledad).
La piel, según Sandra Martínez Rossi, es un espacio simbólico desde el cual se construye la memoria y la identidad del individuo y de la sociedad, un punto de partida metodológico que la autora pone en pie a partir de disciplinas como la antropología, la historia, el arte contemporáneo o la moda y analizando los casos concretos de pueblo, estudiosos, o relevantes artistas de la actualidad. La piel como metonimia del cuerpo y como barra de seguridad entre este y sus accidentes geológicos (orificios, protuberancias, extremidades, heridas, granos, flujos de distinto color): la piel como portavoz del sujeto y de la sociedad a la que este pertenece.
La piel, según Sandra Martínez Rossi, es un espacio simbólico desde el cual se construye la memoria y la identidad del individuo y de la sociedad, un punto de partida metodológico que la autora pone en pie a partir de disciplinas como la antropología, la historia, el arte contemporáneo o la moda y analizando los casos concretos de pueblo, estudiosos, o relevantes artistas de la actualidad. La piel como metonimia del cuerpo y como barra de seguridad entre este y sus accidentes geológicos (orificios, protuberancias, extremidades, heridas, granos, flujos de distinto color): la piel como portavoz del sujeto y de la sociedad a la que este pertenece.
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