Nos encontramos ante una escritura –de entre las raras– que
nos hace saber, porque lo sabe, que solo el silencio puede hablarnos de lo que
el lenguaje no puede decir. No podemos sino olvidar, en tanto hablantes, que de
los exterminados no hay palabras que puedan decirnos. Silencio que no es el de
la penosa muerte, sino de los intersticios de la lengua que renace y llora en
sus escansiones aquello que perdió y no puede olvidar. Cuando nuevas
generaciones habitan lejanas tierras hospitalarias, la trama renacida de ecos
extinguidos vuelve a poblar con su lengua acallada el seno de otras lenguas,
que la reciben como hacía tanto tiempo aconteció en Sefarad. Lengua judía es la
que habita así las hendiduras del exilio y cada tanto alimenta fuegos
libertarios. Entonces vuelve a ser violentada en sus nuevos rostros, en otras
tierras, pero con semejantes luchas. Buenos Aires ha sido –lo es– sitio
privilegiado de aquel drama, y nuestra lengua lleva consigo tales remanentes en
filigrana. Perla Sneh levanta una voz única en el desierto de la memoria: riega
el curso de nuestros días con un nuevo, necesario y entrañable afluente: el de
este libro.
Alejandro Kaufman
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