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Esa forma salvaje
Hay vidas intensas. También las hay excesivas. En la cúspide
de lo imposible hubo unas pocas vidas como la del escritor americano Jack
Kerouac, estandarte de la generación beat, que creció mientras hacía
dedo a San Francisco, México, Tánger y París. El lado oscuro de Kerouac es lo
bastante sombrío como para necesitar añadidos. Y, sin embargo, su última novela
publicada en España, Doctor Sax, está organizada para incluir todas las
fases de una bajada a los infiernos de Lowell, Massachusetts, la pequeña ciudad
industrial donde nació en 1922. Alejada del escrutinio puntual de presente de
En el camino, cuando se publicó en 1956, Doctor Sax llevaba como
subtítulo Fausto tercera parte, el cual recupera ahora la versión
española.
Kerouac fue el mejor intérprete del zeitgeist de su generación, una suerte de poeta de la angustia, la decadencia y la huida hacia adelante, al igual que Rimbaud lo había sido en el siglo XIX. Y al igual que la obra del poeta francés, Doctor Sax está hecha de visiones discordantes, imágenes alucinatorias, expresiones escatológicas. Según Kerouac, escribió el libro sentado en el cuarto de baño del apartamento de Burroughs en México. Por eso "se habla continuamente de orina, y de manera bastante natural, ya que no tenía otro lugar donde escribir que el pequeño retrete, de manera de poder apartarme de las visitas. Creo que tuvo cierta incidencia que lo haya escrito fumado de marihuana todo el tiempo, el estilo es verdaderamente alucinatorio. Aunque no era la intención, en realidad".
En Doctor Sax, Kerouac puso en práctica, aún más si cabe, su método de escritura espontánea, su "forma salvaje" como él la llamaba, dejando que la prosa fluyera libremente, sin censura ni retoques. De nuevo, siempre, la voracidad, los apetitos a punto de soltarse: "Yo estaba enamorado de Ernie Malo, fue uno de esos amores serios a los once años. -Una vez crucé la calle de puntillas hasta la verja de su casa, con el corazón en un puño, a la salida de la escuela. -En otra ocasión le di un puntapié, contra la valla, fue como herir a un ángel". Mientras, el fracaso y el deterioro muerden en unas vidas divididas entre la tierra y el cielo, como los personajes de la inmortal obra de Goethe.
A quienes se hayan quedado en la linealidad de la experiencia mística de En el camino, tal vez el experimentalismo de Doctor Sax les coja con el pie cambiado. No, desde luego, al lector de Tristessa o Satori en París, publicadas también por Escalera. Y es que el glamour de su vida en la carretera (donde dibujó un mundo de jóvenes que viajaban hasta el fin de la noche cultivando una estética de la autodestrucción que se traducía en una entrega sin restricciones al sexo y las drogas) creó una leyenda en torno a su figura que hizo que muchos olvidaran que, en puridad y desde siempre, Kerouac era una sola cosa: un escritor dedicado en cuerpo y alma a los rigores de su oficio. Créanme, Doctor Sax es un diamante, como aquellos pedruscos que Richard Burton le regalaba a Elizabeth Taylor.
Kerouac fue el mejor intérprete del zeitgeist de su generación, una suerte de poeta de la angustia, la decadencia y la huida hacia adelante, al igual que Rimbaud lo había sido en el siglo XIX. Y al igual que la obra del poeta francés, Doctor Sax está hecha de visiones discordantes, imágenes alucinatorias, expresiones escatológicas. Según Kerouac, escribió el libro sentado en el cuarto de baño del apartamento de Burroughs en México. Por eso "se habla continuamente de orina, y de manera bastante natural, ya que no tenía otro lugar donde escribir que el pequeño retrete, de manera de poder apartarme de las visitas. Creo que tuvo cierta incidencia que lo haya escrito fumado de marihuana todo el tiempo, el estilo es verdaderamente alucinatorio. Aunque no era la intención, en realidad".
En Doctor Sax, Kerouac puso en práctica, aún más si cabe, su método de escritura espontánea, su "forma salvaje" como él la llamaba, dejando que la prosa fluyera libremente, sin censura ni retoques. De nuevo, siempre, la voracidad, los apetitos a punto de soltarse: "Yo estaba enamorado de Ernie Malo, fue uno de esos amores serios a los once años. -Una vez crucé la calle de puntillas hasta la verja de su casa, con el corazón en un puño, a la salida de la escuela. -En otra ocasión le di un puntapié, contra la valla, fue como herir a un ángel". Mientras, el fracaso y el deterioro muerden en unas vidas divididas entre la tierra y el cielo, como los personajes de la inmortal obra de Goethe.
A quienes se hayan quedado en la linealidad de la experiencia mística de En el camino, tal vez el experimentalismo de Doctor Sax les coja con el pie cambiado. No, desde luego, al lector de Tristessa o Satori en París, publicadas también por Escalera. Y es que el glamour de su vida en la carretera (donde dibujó un mundo de jóvenes que viajaban hasta el fin de la noche cultivando una estética de la autodestrucción que se traducía en una entrega sin restricciones al sexo y las drogas) creó una leyenda en torno a su figura que hizo que muchos olvidaran que, en puridad y desde siempre, Kerouac era una sola cosa: un escritor dedicado en cuerpo y alma a los rigores de su oficio. Créanme, Doctor Sax es un diamante, como aquellos pedruscos que Richard Burton le regalaba a Elizabeth Taylor.
Antonio Bordón
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