miércoles, 29 de enero de 2014

"338171 T. E.: Lawrence de Arabia", de Victoria Ocampo


Las infinitas guerras que se han sucedido a lo largo de la historia han dejado numerosos nombres de héroes, pero pocos consiguieron transformarse en una leyenda. Thomas Edward Lawrence (1888-1935), más conocido como Lawrence de Arabia, fue uno de esos escasos elegidos. Fascinado por el mundo del Cercano Oriente, arqueólogo, adscrito como civil y luego como militar al Estado Mayor del Ejército Británico, sus conocimientos lingüísticos llevaron a que se lo infiltrara como espía dentro del Imperio Otomano (aliado de Alemania) en vísperas de la primera guerra mundial. Fue así como consiguió encabezar la rebelión de las tribus árabes contra sus amos turcos, entretejiéndose una compleja trama de amor y admiración entre aquel hombre aparentemente frágil y los toscos jefes tribales, al mismo tiempo que se producía en Lawrence un cruel enfrentamiento entre sus ideales de paz y libertad y la despiadada atracción que sentía ante sus triunfos más sangrientos, que concluían por transformarse en derrotas morales. Esa agonía, ese complejo temperamento, atrajeron el interés de Victoria Ocampo mientras leía Los siete pilares de la sabiduría (1926), la obra en la que Lawrence relató los pormenores de la rebelión árabe, a la vez que dejaba testimonio de una profunda introspección. El resultado de esa atracción fructificó en 338171 T. E. (el número es el que se le otorgó al ingresar a la RAF en 1930), una aproximación biográfico-psicológica escrita originalmente en francés y publicada por Sur en 1942, editorial que también lanzó de inmediato su versión castellana. El texto fue luego traducido al inglés, mereciendo el reconocimiento de Arnold Walter Lawrence, quien quedó sorprendido por la inteligencia y sutileza con la que la autora argentina había logrado penetrar en la vida y el carácter de su hermano, superando a todo lo que se había escrito sobre él hasta entonces. Y eso fue posible gracias a una suerte de hechizo. Siendo contemporáneos pero sin conocerse, tal vez los unió el amor que sintieron, respectivamente, por el desierto y por las pampas, y así lo reconoció Victoria al decir: "Era un enamorado de las grandes llanuras. Y en esa región poblada de ausencia, tuvo lugar nuestro encuentro." El resultado de ese mágico encuentro es el que ha quedado plasmado en las páginas de este libro subyugante, que sin duda hechizará también a sus lectores. 

Roberto D. Müller



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