viernes, 24 de enero de 2014

“El caso Tuláyev”, de Victor Serge


En la gran tradición de la novela europea, “El caso Tuláyev” es la comedia humana de un estado policial, con la sensación de urgencia y amenaza que se cierne sobre la capital moscovita sitiada por el invierno, donde el inocente confiesa su culpa y el castigo cae sobre él, y en la que la explicación de los hechos se da no como una fórmula histórica, sino con toda la crudeza de su verdad.
Una fría noche de invierno, el camarada Tuláyev, alto cargo del gobierno, muere tiroteado en la calle. Comienza entonces la búsqueda del asesino. Desde la perspectiva panorámica del Gran Terror Soviético, la investigación abarca el mundo entero y tiende sus redes sobre una serie de sospechosos cuya única conexión es su inocencia, al menos en el crimen que se les imputa. “El caso Tuláyev”, sin duda la mejor obra de ficción jamás escrita sobre las purgas estalinistas, no solo es la historia de un Estado totalitario. Marcada por la profunda humanidad y el espíritu generoso de su autor, el exiliado y legendario anarquista Victor Serge, es también un clásico relato del siglo XX lleno de peligros, aventuras y nobleza inesperada.


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Anarquista y protagonista destacado de la Revolución rusa desde 1918, Victor Napoleón Lvovich Kibalchich —Serge fue el seudónimo adoptado en la revista española ‘Tierra y Libertad’— fue también una de las primeras voces críticas con el estalinismo. Dotado de una notable capacidad para las letras, trabajó en la Internacional Comunista como periodista, editor y traductor. Hijo de exiliados de la Rusia zarista, se entregó por completo a las ideas y las actividades que confirieron al siglo XX su miseria y su esplendor. No fue el único revolucionario que lo hizo, pero sí uno de los pocos que no confundió esos dos extremos y que, protagonista del esplendor que pareció encarnar la revolución rusa, advirtió desde los primeros momentos la miseria en la que se precipitaba. Serge estuvo en contacto con sus dirigentes, desde Lenin hasta Trotski, Bujarin o Zinoviev, y se sintió por ello comprometido a denunciar lo que, todavía instalado en la fe original, consideró graves errores, como el establecimiento de checas en lugar de tribunales con garantías.

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