"En comparación con la historia cinematográfica de otros
países, la del cine alemán comienza tarde. Cualquier juicio respecto de esa
iniciación, que se remota a 1913-14, se reduce a comprobaciones negativas. Las
opacas e insignificantes imágenes animadas de Max Skladanowsky, célebre precursor del cine
alemán, nada tienen en común con las películas de actualidades llenas de vida
que por entonces realizaba Louis Lumiére. Nada se encuetra en la producción de
Oskar Messter que permita recordar, ni siquiera de lejos, el animado impulso,
tan commedia dell’ arte, de las viejas películas cómicas de Pathé a Gaumont, ni
la perfección de estilo de los film d’ art franceses ni la poesía fantástica de
Georges Meliés. No pasan todavía de tanteos las películas de Franz Porten, el
padre de la famosa Henny, que en los años 1911-12 rueda lo que podríamos llamar
panoramas patrióticos animados: La Reina Luisa y Días de Gloria de Alemania. Y
son igualmente tanteos las realizaciones de Kurt Stark, el primer marido de
Henny Porten, entre las que figura La Mujer Ciega (1911), donde campea un
verismo ingenuo y sentimetal. Las pantallas alemanas se ven invadidas de
melodramas de Max Mack, Joe May o Rudolf Meinert y por comedias simplistas como
las de Bolten-Beckers. Joe May y Rudolf Meinert filmarán a continuación películas
de aventuras, pero nunca con el encanto de las de Louis Feuillade.
No llama la atención que en un país como Alemania, donde
predominan las manifestaciones literarias, los escritores alcen las voz para
convertir en obra de arte ese espectáculo tan mediocre que es el cine alemán y
auspicien el “film de autor”, o sea la película concebida por un autor de
calidad. El primer autor que recibió el llamado del cine, Paul Lidau (especie
de Paul Bourget alemán), no mejoró sensiblemente la producción; Max Mack
realizó en 1913 El Otro, adaptación de una de sus obras de teatro, una sombría
historia de desdoblamiento de la personalidad. Pero gracias a esos intentos de
los escritores, el danés Stellan Rye pudo filmar la primera versión de El
Estudiante de Praga (1913), según un argumento de Paul Wegener y Hanns Heinz
Ewers, y el mismo Wegener en carácter de autor y director, en colaboración con
Henrik Gateen, el primer Golem (1914). A esas dos películas se debe la
importancia que adquirió el guión de calidad en la producción cinematográfica
alemana, y precisamente por ello los directores contribuyeron en mayor o menor
medida a escribir sus propios argumentos.
La historia del cine alemán comienza en consecuencia en
vísperas de la Primera Guerra Mundial, gracias a algunas obras dispersas; pero
recién adquirirá todo su impulso después de la contienda. Llega entonces la
gran época del film clásico alemán, breve por lo demás, ya que no se extiende
más allá de 1925-26.
A pesar de algunas obras maestras que aparecieron en los
años siguientes, el cine alemán no volverá a conocer un florecimiento semejante,
estimulado al mismo tiempo por el teatro de Max Reinhardt y por el arte
expresionista".
Prefacio de "La pantalla diabólica"
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