martes, 6 de agosto de 2013

"El camino de Ida", lo nuevo de Piglia


Emilio Renzi ha llegado al campus de una prestigiosa universidad de New Jersey para impartir un seminario sobre los años argentinos de W. H. Hudson. Fue invitado por la directora del departamento, la bella y belicosa Ida Brown. Pequeños incidentes y extraños equívocos culminan con la trágica muerte de la profesora Brown en un inexplicable accidente. Que incluye un detalle inquietante: Ida tiene la mano quemada, y eso parece conectarla con una serie de atentados contra figuras del mundo académico. Cuando finalmente se descubre al responsable de los atentados, el asombro es mayúsculo. Se trata de Thomas Munk, pro­fesor de matemáticas en Berkeley y autor de un radical Manifiesto sobre el capitalismo tecnológico. Renzi recons­truye el pasado de Munk y viaja a California para entrevistarlo en la cárcel. Intuye que el destino de Ida está en juego y que nada volverá a ser como antes. Con una escritura hipnótica que pasa naturalmente de la autobiografía al registro policial, esta novela confirma a Ricardo Piglia como uno de los grandes escritores contemporáneos.


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 Viernes 02 de agosto de 2013, Diario La Nación

Piglia vuelve a la ficción

Protagonizada por su álter ego, Emilio Renzi, la novela El camino de Ida recrea los años del autor en Estados Unidos y rinde homenaje a su gran pasión: el policial negro
Por Pedro B. Rey 

En el origen se esconde una paradoja: camino de ida debe traducirse, cuando de Ricardo Piglia (Adrogué, 1940) se trata, como camino de vuelta. En sentido literal, porque después de décadas de enseñar en Estados Unidos (en la Universidad de Princeton), con un régimen que lo obligaba a pasar dos años en el norte y le permitía recalar un tercero en el hemisferio sur, le llegó la hora del retiro y el retorno voluntario y definitivo a Buenos Aires. Y en sentido simbólico, porque como efecto colateral, la escritura se convirtió en un espacio inédito, abierto a la más benigna de las experimentaciones: la disposición de tiempo.
Autor de narraciones que decantaron laboriosamente -el paradigma de esto acaso sea la memorable La ciudad ausente-, publica su nueva novela, El camino de Ida, a menos de tres años de Blanco nocturno, otro proyecto que fue destilando de manera alambicada. Cuando se le pregunta por lo inesperado de la celeridad editorial, Piglia asegura que no sólo hay un estrecho intervalo de publicación. Tampoco había escrito nunca un libro a este ritmo. "Me llevó apenas un año. Cuando enseñaba, aunque no me faltaba tiempo, era muy difícil correr la carga hacia la escritura. Sólo podía dedicarme parcialmente. Los proyectos de larga duración los dejaba para el año que pasaba en Buenos Aires. Aquella forma de trabajar daba su resultado, porque volver a un libro después de dos o tres años permite ver mejor detalles que antes no se detectaban. En este caso me interesó sin embargo la novedad de la improvisación. Trabajar sobre un tono, sin salirse de ahí. Sólo sabía que iba a estar escrita en primera persona por Renzi y que, básicamente, la novela sería sobre mi experiencia en Estados Unidos."
Piglia sostiene que siempre le atrajo la sensación de extranjería y la idea de escribir una novela imbuida de "la lucidez medio nocturna de otra lengua". El voluminoso diario que lleva desde hace años (y del que hace poco comenzó a publicar algunos fragmentos) fue una de sus fuentes para reencontrar esos detalles autobiográficos que impregnan su libro.
El camino de Ida frecuenta las obsesiones e intereses de las restantes narraciones de Piglia, bajo un prisma narrativo distinto. En su tranco fluido, la narración pasa por capas de homenajes apenas velados: al policial negro, al que el autor le dedicó su pasión analítica, pero también a tradiciones estadounidenses menos exploradas. Emilio Renzi (álter ego de Piglia que desde hace tiempo goza de reconocida independencia) narra su experiencia como profesor en Estados Unidos, adonde llega convocado por Ida Brown, una brillante intelectual de la academia norteamericana. Crítica y ficción se mezclan hasta dar forma -vuelta de tuerca al policial contemporáneo mediante- a una trama en que coinciden literatura y política.

-¿Podría decirse que Blanco nocturno fue tu novela pampeana y que El camino de Ida es tu novela americana?
-Quizá sea inevitable describirla así. Primero, porque intento narrar de modo imaginario, aunque con toques autobiográficos, una experiencia en ese país determinado, incluida la extrañeza que produce el desenvolverse en un idioma ajeno, en el que uno nunca puede estar seguro, como le ocurre a Renzi, que siempre cree estar entendiendo, en particular con las mujeres, frases equivocadas . Segundo, porque la literatura norteamericana siempre estuvo muy presente en mí y en la gente de mi generación, la de los Puig, Saer, Briante. Más allá de las diferencias que uno pueda tener con el Estado norteamericano, que es otra cosa, siempre admiramos la música, la literatura, el cine de Estados Unidos. El camino. es mi manera de hacerme cargo de cuestiones sobre las que vengo leyendo y pensando desde hace tiempo. Pero al mismo tiempo es muy argentina, ¿no? Está muy ligada a cosas que me pasaron acá.

-Hay dos novelas en El camino. Una, de campus, que incluye una intriga amorosa entre Renzi e Ida, y después, otra que se torna policial y paranoica.
-Y que se conectan en algún lugar, un poco como pasaba en Respiración artificial. En ese sentido se las podría poner en relación, porque en las dos novelas hay fusiones medio contingentes, aunque son muy distintas en tono. El camino. es narrativamente más lineal. Sobre el campus como escenario diría que me interesó una especie de malentendido que hay en la academia norteamericana, al menos en la Costa Este y en California. El debate cultural, en el plano de la literatura, de los estudios culturales, está muy politizado, son todos izquierdistas pero, por supuesto, a nadie se le ocurre mover un dedo. El personaje de Ida Brown, la profesora, además de reflexionar sobre esas cosas, pensó en actuar. Tiene algo de chica de Filosofía y Letras de los años 70 en la Argentina, que de tanto hablar de Perón se dijo que tenía que hacer algo.

-A Renzi, Sacramento, la capital de California, le recuerda La Plata y cuando ve a un grupo de latinos piensa en que a Estados Unidos no le vendría mal un poco de peronismo. "Mis grasitas", se dice irónicamente al verlos . ¿A qué apunta exactamente ese comentario del personaje?
-En Estados Unidos hay una violencia que a los norteamericanos les cuesta reconocer. Es como si carecieran de la mediación que promueve entre nosotros el peronismo. Dejando a un lado todos sus problemas, el peronismo ofrece la sensación de que hay algo colectivo, la ilusión de que si hay una injusticia se puede recurrir ahí. En Estados Unidos -y es algo que se percibe claramente cuando se vive allá- un obrero al que echan muy amablemente de un día para otro vuelve a su casa y no tiene con quien hablar, en quien apoyarse. Cuando un buen día agarra una escopeta y empieza a matar gente, es imposible no ver eso desde una perspectiva política, por más que la sociedad norteamericana tienda a decir que son psicóticos. Bueno, quizá sean psicóticos a los que podría curar un poco de peronismo [Piglia se ríe].

-Quizá el psicoanálisis, que no se practica más allá de Nueva York o algún otro lugar progresista, podría ayudar.
-Pero tampoco está esa mediación. [Norman] Mailer decía que no se puede ser liberal y freudiano al mismo tiempo. Es una frase buenísima porque se puede pensar como un liberal pero al mismo tiempo no se puede dejar a un lado que hay pulsiones, cosas que no se van a resolver solamente conversando, con esa gentileza que allá funciona tan bien y después termina saltando por el lado menos esperado. Todo esto dicho con ironía, porque acá tenemos nuestra propia locura, ¿no?


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