Iluminaciones en la noche de los countries; la voz de
Tinelli, banda de sonido de la argentinidad; la falta de autos en la literatura
nacional; la playa, pasarela de las carnes triunfales o vencidas; el taxista
invasor de la intimidad; el zoológico como espacio para ejercer el narcisismo
familiar; la educación de un hombre entre mujeres superpoderosas con forma de
arenga; Maradona, cazador amazónico; los locutorios, zonas de acumulación de
microbios y de historias orales; el aburrimiento que le produce a un escritor
la cultura libresca; una micropoética de los casos policiales: todo ello es
descrito con el ojo preciso y sencillo de Mairal.
“El equilibrio” es una selección de columnas publicadas en
el periódico Perfil. Pedro Mairal inventa con ellas un género, en la justa
mitad de camino entre las aguafuertes callejeras de Roberto Arlt y los breves
ensayos de laboratorio de Jorge Luis Borges. En conjunto, el libro arma un
panorama hecho de epifanías sobre la Argentina de principios del siglo XXI.
Pedro Mairal es para mí un escritor ejemplar. Su virtud más
notable es digna de envidia: se las arregla para producir felicidad en el
lector. Cada uno de los pequeños tratados que contiene El equilibrio ofrece una
perspectiva original sobre un aspecto de la vida contemporánea. No es fácil la
empatía para los ensayistas; Mairal la logra, quizás porque lo que vende no es
ideología.
El primer texto, homónimo del libro, habla de un padre que
le intenta enseñar a su hijo a andar en bici, a hacer equilibrio. Como metáfora
suave del futuro que encarna al pasado, de ese pase de postas triste y bello,
de una generación a otra, en que consiste la “supervivencia mamífera”, el libro
contiene un prólogo del padre de Pedro e ilustraciones de su hijo.
Mairal tiene esa virtud de los verdaderos poetas que es
elevarse por encima de las candorosas batallas de la época, sin dejar de
ofrecer por ello un retrato supremo de la misma.
Santiago Llach
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