Alain Badiou llama antifilósofo a un pensador no muy bien
visto por las potencias constituidas; una especie de outsider, un esteta que va
al encuentro de las creaciones más improbables, un amante cuya vida sabe
zozobrar por un hombre o una mujer, un erudito que frecuenta los pliegues más
violentamente paradójicos de la ciencia. Como referente y disparador el autor
subraya el nombre de Wittgenstein, cuya obra maestra única, el Tractatus, es un
ejemplo brillante y perturbador de lo que en este libro se quiere demostrar.
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“Hablo aquí de seres contemporáneos que hicieron de su vida
el teatro de sus ideas, y sus cuerpos, así como el lugar de lo absoluto. Entre
ellos elijo a pensadores a quienes se quiere instituir como ejemplos canónicos
de la palabra deshabitada y vana. Me concentro en Wittgenstein por su
genialidad y su seriedad moral entremezclada con la intensidad existencial”.
Alain Badiou
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