jueves, 27 de marzo de 2014

EL EQUILIBRIO, de PEDRO MAIRAL


El año pasado leímos a Mairal en dos versiones: en El Gran Surubí, la novela en sonetos ilustrados por Jorge González, y El equilibrio. Para los que no pudieron con las dos (El Gran Surubí es impactante: es entendible quedar en shock), acaba de llegar la segunda edición de El equilibrio, una selección de columnas publicadas en Perfil, aumentada. 


Por un instante suena serio, imaginamos el acartonamiento de un diario, pero es sólo eso: un instante. El prólogo del padre, Héctor, y las ilustraciones de Francisco, el hijo, le dan un marco de resguardo.

Parte de esa calma tienen los textos. Leemos la crónica de lo cotidiano sin la solemnidad de periódico ni la mirada empachada de signos con doble fondo.

La palabra que busca el padre en el prólogo tal vez sea la principal: empatía. Las columnas, sean acerca de la McNífica que no llega, de Giannuzzi o de una naranja, comparten con nosotros ese momento en el que sucede la anécdota, no mira desde la historia, sino al presente y desde el presente. El presente de una lengua.

La burla, quizás menos cruel que la ironía -seguro menos encorsetada-, es una de las claves. Mairal nos hace reír de lo que después va a defender. No hace culto del éxito ni la desgracia. Sueña y desea en voz alta.

El equilibrio acompaña. Los textos son inmediatos y después de guarecerse un rato en el libro los sentidos quedan atentos, entre la red del arco y el mundo.

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