jueves, 27 de marzo de 2014

BRUNO SCHULZ. EL PAÍS TENEBROSO


Antes que la escritura estuvo el arte. Schulz pintaba, exponía, dibujaba. Después los cuentos, las palabras, pero antes... ¿Antes?


¿Se puede hablar de 'antes' en el arte? ¿No es que se persigue la definición eterna, darle cierto orden al arte que se desmorona cuando no podemos acordar qué son esos animales grabados en las cavernas? ¿Invocaciones para despejar el hambre? ¿Magia? ¿Arte 'de antes'? 

Se puede. Hablar de 'antes' en el arte es decir, por ejemplo, "Antes y después de que los nazis invadieran Ucrania". "Antes y después de un balazo en la cabeza". Así está más claro, ¿no?


Las pinturas de Shulz miran hacia adelante porque el tiempo se está quemando. Pierrot Lunaire es la musicalización perfecta para disfrutar del libro. Las dos obras miran sin tiempo: la falta de color que asfalta la vista, las figuras femeninas caricaturizadas, eróticas, humillantes y las masculinas a lo Erdosain, lamiendo el suelo o, al contrario, rabinos sesudos de piernas cortas parados como si no supieran para qué.




Es que, si bien hay algo balthusiano que recorre los momentos eróticos que ilustra Schulz -por las poses-, la atmósfera es infinitamente más desoladora: en sus escenas hay una figura entre muchas que mira expectante, pero no goza. En Balthus el éxtasis sexual, interior, llega hasta la pera. En Schulz los desnudos parecen sueños de Kafka.

Hay una suerte de descomposición constante, no biológica, no de la carne, sino del ánimo. La dignidad se arrastra como los que suplican sexo en sus retratos. Y los ojos tan abiertos recuerdan la locura de algunos cuentos de Meyrink; ver al mundo comiéndose a sí mismo.

Un miembro de la Gestapo lo mata de un tiro en la nuca en 1942. Unos meses después de que acá muriera Arlt, en otro país, en otros dramas, con un arte igual de tenebroso, igual de autodenigrante.

Y así, paradójicamente, volvemos a lo de antes: los dibujos en las cavernas, sean lo que sean, mataron al tiempo. Schulz también: una vez lo mataron pero, como Gilgamesh, buscó ser eterno. Y por ahora lo viene llevando muy bien.

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