La influencia italiana en Buenos Aires no se revela sólo en
el lunfardo y la pizza. Detenerse en la arquitectura de muchos de sus
edificios, en los nombres con que sus calles recuerdan a personas que dejaron
una inolvidable impronta, en los gustos artísticos que forjaron la fama de la
ciudad como capital cultural, significa reconocer que esa influencia no fue ni
azarosa ni pasajera y que tiene un carácter constitutivo.
Los "colonizadores colonizados" de los que nos habla este libro partieron de los más diversos lugares de Italia para recalar en una ciudad en la que no siempre encontraron lo que ansiaban. Campesinos, jornaleros, obreros especializados, médicos, naveanes, profesores, músicos, ingenieros dejaron su huella, muchas veces de modo apenas perceptible.
Desde aquellos cinco tripulantes italianos de la expedición de Sebastián Caboto que en 1526 se quedaron en la futura reina del Plata (seguramente padres de los primeros criollos hijos de tanos), Buenos Aires nunca dejó de ejercer un atractivo especial para aquellos que, por necesidad o por aventura, decidieron partir de su paese. La ciudad que los albergó empezaba, así, a italianizarse, a medida que se cumplía la porteñización de los italianos.
Detrás de las manifiestas afinidades culturales, Eleonora María Smolensky devela una infinidad de aspectos inéditos de la inserción de los italianos en la sociedad porteña. Una epopeya permeada por el desasosiego de quienes abandonaron su patria por múltiples razones y, en su gran mayoría, sobrevivieron con la ilusión de "hacer la América". En definitiva, un proceso mucho más antiguo y complejo del que los lugares comunes asimilan al aluvión de campesinos pobres y analfabetos que desembarcaron en pos de una utopía desde fines del siglo XIX a comienzos del XX.
Los "colonizadores colonizados" de los que nos habla este libro partieron de los más diversos lugares de Italia para recalar en una ciudad en la que no siempre encontraron lo que ansiaban. Campesinos, jornaleros, obreros especializados, médicos, naveanes, profesores, músicos, ingenieros dejaron su huella, muchas veces de modo apenas perceptible.
Desde aquellos cinco tripulantes italianos de la expedición de Sebastián Caboto que en 1526 se quedaron en la futura reina del Plata (seguramente padres de los primeros criollos hijos de tanos), Buenos Aires nunca dejó de ejercer un atractivo especial para aquellos que, por necesidad o por aventura, decidieron partir de su paese. La ciudad que los albergó empezaba, así, a italianizarse, a medida que se cumplía la porteñización de los italianos.
Detrás de las manifiestas afinidades culturales, Eleonora María Smolensky devela una infinidad de aspectos inéditos de la inserción de los italianos en la sociedad porteña. Una epopeya permeada por el desasosiego de quienes abandonaron su patria por múltiples razones y, en su gran mayoría, sobrevivieron con la ilusión de "hacer la América". En definitiva, un proceso mucho más antiguo y complejo del que los lugares comunes asimilan al aluvión de campesinos pobres y analfabetos que desembarcaron en pos de una utopía desde fines del siglo XIX a comienzos del XX.
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