jueves, 15 de noviembre de 2012

Pérfidas uñas de mujer



Un gesto, una frase dicha al pasar, una escena al anochecer pueden ser la clave de una vida. No la explican, claro, pero son una pista, el índice de un misterio que merece ser develado. En torno a ese hallazgo, la imaginación construye mundos posibles, calcula otros momentos, teje hipótesis que la paciencia, la observación y el análisis terminan revelando como verdades. La mirada que organiza todo esto es la del cronista, aunque también la del crítico. Son oficios diversos, que cada vez menos confluyen en una misma persona. Hugo Beccacece es la evidencia de que esa rara estirpe sigue vigente.
¿Cuál es su don? Un registro donde confluyen con pasmosa naturalidad la información y la reflexión, la malicia y las ideas, el chisme y la verdad histórica. Y una máxima elevada a la categoría de principio irrenunciable: el arte ilumina la vida de los artistas, y la vida de los artistas (sus anécdotas, sus amistades, sus furias, sus contradicciones), nos deja ver su alma, y de manera indirecta, ilumina su arte. Con este procedimiento, con una prosa exquisita que enseña y deslumbra, Pérfidas uñas de mujer nos descubre a Visconti y a Proust, a ciertas damas del surrealismo y a Marlene Dietrich, a Truman Capote y a José Bianco. Nos recuerda el poder del esnobismo, el magnetismo de las divas, y también el hechizo de dos amantes en el Lago Maggiore.
La lista podría seguir, naturalmente, pero como sucede con las mejores canciones, lo que cuenta no es la suma de notas, sino el leit motiv y la melodía, es decir, el espíritu. Este libro ejemplar es, al cabo, una guía que recorre momentos claves del arte del siglo XX y un ejemplo de como narrar y pensar a partir de historias ajenas.


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