Derrida, el deconstructor
Se publica en español
la apasionante biografía dedicada al filósofo francés, una de las figuras más
influyentes del siglo XX
Por Benoît Peeters | Para LA NACION
Un filósofo, ¿tiene una vida? ¿Podemos escribir su biografía?
La pregunta se planteó en octubre de 1996, en un coloquio organizado en la
Universidad de Nueva York. En una intervención improvisada, Jacques Derrida
comenzó recordando:
Como ustedes saben, la filosofía tradicional excluye la biografía, considera
la biografía como algo externo a la filosofía. Ustedes recordarán la frase de
Heidegger respecto de Aristóteles: "¿Cuál fue la vida de
Aristóteles?". Pues bien, la respuesta necesita de una sola frase:
"Nació, pensó, murió". Y todo el resto es mera anécdota.
Sin embargo, no era ésta la posición de Derrida. Ya en 1976, en una
conferencia sobre Nietzsche, escribía:
Ya no entendemos la biografía de un "filósofo" como un corpus de
accidentes empíricos que dejan un nombre y una firma fuera de un sistema que sí
se ofrecería a una lectura filosófica inmanente, la única en ser considerada
como filosóficamente legítima.
Derrida llamaba entonces a inventar "una nueva problemática de lo
biográfico en general y de la biografía de los filósofos en particular"
para repensar la frontera entre "el corpus y el cuerpo". Esta preocupación
nunca lo abandonó. En una entrevista tardía, insistió en el hecho de que
"la cuestión de la 'biografía'" no lo incomodaba para nada. Incluso
podría decirse que le interesaba mucho:
Yo soy de aquellos -pocos- que lo hemos señalado de modo constante: es bien
necesario (y es necesario hacerlo bien) volver a llevar a escena la biografía
de los filósofos y el compromiso firmado, en particular el compromiso político,
con su nombre propio, ya sea que estemos hablando de Heidegger o de Hegel,
Freud o Nietzsche, de Sartre o Blanchot, etcétera.
De hecho, Derrida no temió recurrir a materiales biográficos en sus propias
obras, cuando hubo de referirse a Walter Benjamin, Paul de Man y algunos otros.
En Glas, por ejemplo, cita profusamente la correspondencia de Hegel,
mencionando sus vínculos familiares y preocupaciones económicas, sin considerar
esos textos como menores ni como ajenos a su trabajo filosófico.
En una de las últimas secuencias de la película que le dedicaran Kirby Dick
y Amy Ziering Kofman, Derrida incluso se atreve a llegar más lejos, al
responder de manera provocadora a la pregunta sobre qué le gustaría descubrir
en un documental sobre Kant, Hegel o Heidegger:
Me gustaría escucharlos hablar de su vida sexual. ¿Cuál es la vida sexual de
Hegel o de Heidegger? [...] Porque es algo de lo que ellos no hablan. Me
gustaría escucharlos mencionar algo acerca de aquello de lo que no hablan. ¿Por
qué los filósofos se presentan en su obra como seres asexuados? ¿Por qué
borraron su vida privada de su obra? ¿Por qué nunca hablan de cosas personales?
No digo que haya que hacer una película porno sobre Hegel o Heidegger. Quiero
escucharlos hablar del lugar que ocupa el amor en sus vidas.
De manera aún más significativa, la autobiografía -la de los demás, principalmente
la de Rousseau y la de Nietzsche, pero también la suya- fue para Derrida un
objeto filosófico como cualquier otro, digno de consideración en sus
generalidades y más aún en sus detalles. Para él, incluso, la escritura
autobiográfica era el género por excelencia, aquel que primero le había
provocado deseos de escribir, aquel que nunca dejará de perseguirlo. Desde la
adolescencia soñaba con una especie de inmenso diario de vida y de pensamiento,
con un texto ininterrumpido, polimorfo y -por decirlo de algún modo- absoluto:
En el fondo, las Memorias -aunque con una forma que no sería lo que en
general llamamos "Memorias"- son la forma general de todo lo que me
interesa, el deseo irrefrenable de conservarlo todo, de reunir todo en el
idioma de uno. Y la filosofía -en todo caso, la filosofía académica-, para mí,
siempre estuvo al servicio de ese designio autobiográfico de memoria.
Derrida nos brindó esas Memorias que no lo son,
diseminándolas en muchos de sus libros. "Circonfesión", La tarjeta
postal, El monolingüismo del otro, Velos, Mémoires d'aveugle* [Memorias de
ciego], La contre-allée y muchos otros textos, entre ellos muchas entrevistas
tardías y las dos películas que le fueron dedicadas, dibujan una autobiografía
fragmentaria, pero rica en detalles concretos y, en algunos casos, muy íntimos,
que Derrida llegó a designar como "opus autobiotánatoheterográfico".
[...]
Nota publicada en la revista ADN del diario La Nación el día
25 de enero de 2013. Para leer la nota completa: http://www.lanacion.com.ar/1548430-derrida-el-deconstructor
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