miércoles, 5 de diciembre de 2012

Un encuentro entre Paul Auster y J.M. Coetzee


Aunque llevaban años leyéndose mutuamente y estaban en contacto desde 2005, Paul Auster y J.M. Coetzee no se conocieron en persona hasta febrero de 2008, cuando Auster y su esposa, la novelista y ensayista Siri Hustvedt, asistieron al Adelaide Literary Festival, en Australia. Poco después Auster recibió una carta de Coetzee proponiéndole embarcarse en un proyecto común en el que «podamos sacarnos chispas el uno al otro».
“Aquí y ahora” es el resultado de esa propuesta: un diálogo epistolar entre dos grandes escritores que se convirtieron en grandes amigos. El deporte, la paternidad, la crisis económica, el arte, el incesto, las malas críticas, la infancia, el matrimonio, el amor... son solo algunos de los temas que tratan en los tres años que cubren estas cartas. Llena de citas, anécdotas personales y referencias cinematográficas, esta correspondencia ofrece un retrato íntimo de dos de los escritores contemporáneos más interesantes.


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A continuación, una nota publicada en el diario "El País" el día 2 de diciembre de 2012.

“Toda forma artística es como el sexo”
- Se publica en España 'Aquí y ahora. Cartas 2008-2011'
- El libro recoge la correspondencia entre el autor de la 'Trilogía de Nueva York' y J. M. Coetzee
Andrea Aguilar. Nueva York, 2 DIC 2012

Paul Auster (Newark, 1947) confiesa que no sabe si es el miedo a decir una estupidez o la tensión de no saber qué contestar lo que provoca que en las entrevistas olvide las respuestas tan pronto como las pronuncia. “¿Te ha ocurrido algo así en el pasado, o soy el único afligido por esa peculiar forma de amnesia?”, pregunta en una de las cartas que durante tres años se cruzó con J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), reunidas en el libro Aquí y ahora. Cartas 2008-2011 (Anagrama / Mondadori). Esta mañana de finales de noviembre, el autor de Trilogía de Nueva York se muestra relajado en un café de Brooklyn frente a una taza de café y unas tostadas de pan integral. “Bueno”, sonríe taciturno. “Es que más que una conversación, las entrevistas son un interrogatorio”.
Su charla epistolar con el premio Nobel sudafricano afincado en Australia es distendida, pero planeada. Auster le había pedido un texto para una antología de Beckett años atrás, pero no fue hasta 2008, en un congreso celebrado en Adelaida, cuando se conocieron. “Conectamos muy rápido y pensamos que estaría bien colaborar, hacer un libro”, explica. Decidieron recurrir a las cartas —mandadas en sobre con sello en su mayor parte y levemente editadas para su publicación— para intentar recrear sus conversaciones, como si vivieran en la misma ciudad. Así, en el verano de 2008, Coetzee arranca con una serie de reflexiones en torno a la amistad. Sospecha que, a pesar de su importancia, se ha escrito más bien poco sobre el tema, y tras visitar una biblioteca y consultar los textos de Aristóteles, entre otros, concluye que no se puede trabar amistad con un objeto inanimado; que se puede tener amigos a los que prefieres no ver; y que, en general, en Occidente los hombres evitan hablar de lo que sienten. La amistad es un enigma, confirman.
En sus textos intercambian historias y pensamientos, asuntos cotidianos y comentarios sobre la actualidad. A partir del sentimiento de culpa que comparten por pasar tantas horas viendo deportes por televisión, Auster recuerda la invitación que le mandó, cuando solo tenía ocho años, para su fiesta de cumpleaños al quarterback Otto Graham, al que idolatraba, y Coetzee escribe de la perpetua y absurda búsqueda del heroísmo en el espectáculo. Los ataques en Gaza llevan al sudafricano a establecer paralelismos entre la actitud de ciertos israelíes hacia los árabes y la que tenían determinados blancos hacia la población negra en su país; Auster opta por el humor y se pregunta si no sería posible establecer Israel en Wyoming. “Tenemos sensibilidades distintas. Él es un pensador muy puro y yo tiendo a procesar las cosas a partir de historias, de experiencias”, explica Auster. También tocan la debacle de Wall Street, que les lleva a pensar que el dinero es el summum de la ficción, un sistema sustentado en la fe. ¿Son las novelas también cuestión de fe? “Toda forma artística exige entrega, renuncia por parte del público. Como dice mi esposa, es como el sexo: si no te relajas, no disfrutas”.

Para leer la nota completa: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/12/02/actualidad/1354475230_878506.html


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