Aunque llevaban años leyéndose mutuamente y estaban en
contacto desde 2005, Paul Auster y J.M. Coetzee no se conocieron en persona
hasta febrero de 2008, cuando Auster y su esposa, la novelista y ensayista Siri
Hustvedt, asistieron al Adelaide Literary Festival, en Australia. Poco después
Auster recibió una carta de Coetzee proponiéndole embarcarse en un proyecto
común en el que «podamos sacarnos chispas el uno al otro».
“Aquí y ahora” es el resultado de esa propuesta: un diálogo epistolar entre dos grandes escritores que se convirtieron en grandes amigos. El deporte, la paternidad, la crisis económica, el arte, el incesto, las malas críticas, la infancia, el matrimonio, el amor... son solo algunos de los temas que tratan en los tres años que cubren estas cartas. Llena de citas, anécdotas personales y referencias cinematográficas, esta correspondencia ofrece un retrato íntimo de dos de los escritores contemporáneos más interesantes.
“Aquí y ahora” es el resultado de esa propuesta: un diálogo epistolar entre dos grandes escritores que se convirtieron en grandes amigos. El deporte, la paternidad, la crisis económica, el arte, el incesto, las malas críticas, la infancia, el matrimonio, el amor... son solo algunos de los temas que tratan en los tres años que cubren estas cartas. Llena de citas, anécdotas personales y referencias cinematográficas, esta correspondencia ofrece un retrato íntimo de dos de los escritores contemporáneos más interesantes.
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A continuación, una nota publicada en el diario "El País" el día 2 de diciembre de 2012.
“Toda forma artística es como el sexo”
- Se publica en España 'Aquí y ahora. Cartas 2008-2011'
- El libro recoge la correspondencia entre el autor de la
'Trilogía de Nueva York' y J. M. Coetzee
Andrea Aguilar. Nueva
York, 2 DIC 2012
Paul Auster (Newark, 1947) confiesa que no sabe si es el
miedo a decir una estupidez o la tensión de no saber qué contestar lo que
provoca que en las entrevistas olvide las respuestas tan pronto como las
pronuncia. “¿Te ha ocurrido algo así en el pasado, o soy el único afligido por
esa peculiar forma de amnesia?”, pregunta en una de las cartas que durante tres
años se cruzó con J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), reunidas en el libro Aquí y ahora. Cartas 2008-2011
(Anagrama / Mondadori). Esta mañana de finales de noviembre, el autor de Trilogía de Nueva York se muestra
relajado en un café de Brooklyn frente a una taza de café y unas tostadas de
pan integral. “Bueno”, sonríe taciturno. “Es que más que una conversación, las
entrevistas son un interrogatorio”.
Su charla epistolar con el premio Nobel sudafricano afincado
en Australia es distendida, pero planeada. Auster le había pedido un texto para
una antología de Beckett años atrás, pero no fue hasta 2008, en un congreso
celebrado en Adelaida, cuando se conocieron. “Conectamos muy rápido y pensamos
que estaría bien colaborar, hacer un libro”, explica. Decidieron recurrir a las
cartas —mandadas en sobre con sello en su mayor parte y levemente editadas para
su publicación— para intentar recrear sus conversaciones, como si vivieran en
la misma ciudad. Así, en el verano de 2008, Coetzee arranca con una serie de
reflexiones en torno a la amistad. Sospecha que, a pesar de su importancia, se
ha escrito más bien poco sobre el tema, y tras visitar una biblioteca y
consultar los textos de Aristóteles, entre otros, concluye que no se puede
trabar amistad con un objeto inanimado; que se puede tener amigos a los que
prefieres no ver; y que, en general, en Occidente los hombres evitan hablar de
lo que sienten. La amistad es un enigma, confirman.
En sus textos intercambian historias y pensamientos, asuntos cotidianos y
comentarios sobre la actualidad. A partir del sentimiento de culpa que
comparten por pasar tantas horas viendo deportes por televisión, Auster
recuerda la invitación que le mandó, cuando solo tenía ocho años, para
su fiesta de cumpleaños al quarterback Otto Graham, al que
idolatraba, y Coetzee escribe de la perpetua y absurda búsqueda del
heroísmo en el espectáculo. Los ataques en Gaza llevan al sudafricano a
establecer paralelismos entre la actitud de ciertos israelíes hacia los
árabes y la que tenían determinados blancos hacia la población negra en
su país; Auster opta por el humor y se pregunta si no sería posible
establecer Israel en Wyoming. “Tenemos sensibilidades distintas. Él es
un pensador muy puro y yo tiendo a procesar las cosas a partir de
historias, de experiencias”, explica Auster. También tocan la debacle de
Wall Street, que les lleva a pensar que el dinero es el summum
de la ficción, un sistema sustentado en la fe. ¿Son las novelas también
cuestión de fe? “Toda forma artística exige entrega, renuncia por parte
del público. Como dice mi esposa, es como el sexo: si no te relajas, no
disfrutas”.
Para leer la nota completa: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/12/02/actualidad/1354475230_878506.html
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