Fabio Morábito, con su talento tan singular para desdibujar
los límites entre lo posible y lo extraño, va tejiendo, en torno a la cancha de
tenis, un mundo suntuoso hasta la gratuidad y delicadamente despiadado; J. P.
Donleavy, por medio de su prosa desbordante y excéntrica, da cuenta de un
Wimbledon en el que aún persisten las raquetas de madera y algunas glorias que
ya son historia; el tenis como propiciador de una aventura inusualmente
afortunada está presente en el cuento clásico de Somerset Maugham, y como
epicentro de una felicidad tan perfecta que provoca indignación, en el cuento
de Guillermo Martínez, atravesado por un humor inteligente y desconsiderado. La
carga de discriminación y de maldad que es posible en unos correctos hombres de
negocios que juegan al tenis (Paul Theroux), la cancha de tenis como testigo
inalterable de un matrimonio que se derrumba (John Updike), la persistente
belleza del juego de un gran tenista (William T. Tilden), el tenis como sueño
imposible de un ascenso social (Daniel Moyano), las vicisitudes de una derrota
tenística sin atenuantes (A. A. Milne), el interior, desesperado y feroz, de un
chico talentoso para el tenis y desahuciado para la vida en sociedad (David
Foster Wallace), el tenis como trasfondo de una historia galante con
derivaciones indeseables (Adolfo Bioy Casares), van construyendo un mosaico de
universos dispares que se revelan con el pretexto del tenis y que, a la vez,
son el pretexto para revelar un juego en el que caben la pasión, la destreza,
la venganza, el fracaso y la búsqueda de felicidad. Una antología que estaba
faltando.
Liliana Heker
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