miércoles, 5 de febrero de 2014

“Cada vez más cerca”, de Elvio Gandolfo


El narrador de los relatos de Elvio E. Gandolfo se construye con una figura atípica, la del cazador. Es un observador minucioso, implacable, perseverante, aunque su misión parezca absurda, como en el informe de un espía que dedica literalmente su vida a un seguimiento. Su mirada registra no ya los detalles de las circunstancias cotidianas, lo que se sustrae a la percepción, sino aquellas fisuras en la trama de lo real por donde se filtra lo desconocido, lo inquietante. Pueden ser los restos de un animal prehistórico que yacen bajo la superficie de Buenos Aires y de vez en cuando producen un movimiento, un tipo que se saca algo espantoso de la nariz en el baño de un bar, el recuerdo de una mujer que sobreviene cuando el narrador está a merced de un dentista, dos jóvenes de actitudes extrañas que son la comidilla de las chismosas en un barrio. El eje pasa por el cuerpo: el modo en que los gestos y las actitudes dicen cosas inaccesibles al lenguaje, o menos ambiguas que las palabras, la forma en que dos ancianos pueden entenderse en un tango cuando no hay otra posibilidad de comunicación, la extenuación progresiva de una artista en manos de una especie de vampiro.
“Cada vez más cerca” contiene el universo de Gandolfo: el relato de género, en particular el fantástico y el cuento de terror; el recurso medido y magistral al humor; la incorporación de zonas y personajes precisos de Buenos Aires, Montevideo y Rosario, en el último caso transformados a partir de la memoria y de un futuro catastrófico. Y avanza más allá, para explorar nuevas direcciones de una obra excepcional.
Osvaldo Aguirre


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Cuentos clasificados

En "Cada vez más cerca", Elvio Gandolfo trabaja con lo fantástico, lo absurdo y la memoria personal
Por Pedro B. Rey. ADN Cultura, 03 de enero de 2014

En uno de los relatos incluidos en Cada vez más cerca, el narrador, omnívoro lector de éditos e inéditos, propone una forma de clasificar los libros en niveles que van del 1 (la posición de vanguardia) a cifras menos notables como el 12, incluso el 15. La lista se centra en novelas y algún conjunto narrativo (Felisberto Hernández, Macedonio se llevan la gloria en bloque), no en cuentos individuales. Podría pensarse que en ese ordenamiento que propone Elvio Gandolfo (o, para ser precisos, su álter ego) pulsa, además de la experiencia como lector, su oficio de cuentista inconmovible. En los libros de relatos, dispares por vocación, se vuelve inevitable preferir algunos textos sobre otros, dar vía libre al instinto literario, a la inmediatez del gusto.
La variedad es una marca de agua de las narraciones de Gandolfo, que abrevan en lo fabuloso, el policial, el absurdo -como se ha dicho más de una vez-, pero también en el lirismo o la memoria personal. Los catorce cuentos que componen Cada vez más cerca , en su diversidad, permiten aquel juego (hay varios los candidatos a figurar en los primeros casilleros), aunque lo que sobresale al ponerlos en liza es un detalle a contracorriente: son, eminentemente, cuentos. Vale decir, piezas que pretenden ser leídas de manera autárquica, por mucho que su sumatoria pueda conformar una poética narrativa.
"Clasificación", donde figuran las divagaciones valorativas del comienzo, es un claro ejemplo de la ductilidad del autor para abordar el género sin fórmulas. El narrador evoca la novela perdida ("Kierkegaard en América") de su amigo escritor Jorgenssen. Es un cuento enmarcado, que tiene como segundo encanto el modo diferido de contar la increíble trama de la obra extraviada: las supuestas aventuras como espía del filósofo danés en nuestras latitudes. El lector no intuye nunca (es un elogio) hacia dónde puede terminar derivando el relato. Por momentos, se diría que los mejores cuentos se estructuran alrededor de una frase de los personajes. "Los amigos" (un nivel 1 clamoroso), por ejemplo, tiene cierto aire de familia con un relato impecable de hace más de una década, "Filial": hay un padre que se apresta a publicar, décadas después de terminada, una delicada revista de arquitectura, y también un hijo que lo ayuda en esa circunstancia más bien absurda.
Algunos cuentos entrecruzan la curiosidad por las figuras femeninas y el clima sonámbulo de lo fantástico ("Más bien bajo, sonriente, diminuto"). Aquel en que un agente de la SIDE espía por décadas a un escritor amenaza con adentrarse en la historia reciente ("Los pasos en las huellas"), pero se convierte en relato fantasmagórico. La prosa de Gandolfo tiene, al unísono, precisión y velocidad, y sobre todo una inusual capacidad para narrar acontecimientos espeluznantes con el tono de quien sonríe.
Un rasgo de la colección son los escenarios de muchas de las historias. En "El tango y Tito Lamónica", donde él mismo aparece como personaje en tercera persona, Gandolfo hace consideraciones sobre su experiencia de vivir entre tres ciudades (Rosario, Montevideo y Buenos Aires), triángulo geográfico que marcó el contenido, el estilo y la circulación de sus libros. Aunque aparece alguna instancia uruguaya, aunque nunca deja de faltar Rosario (en uno de los textos más breve, la ciudad fue anegada por el Paraná y tiene surfers dignos de Takeshi Kitano), la mayoría de los cuentos transcurren con decisión en territorio porteño, con proliferación de nombres concretos de bares, plazas, barrios (principalmente Palermo). En "Pequeño", los protagonistas son los bacilos del aire contaminado, de la zona de Pacífico. En "Grande", lo que parece tener vida amenazante son las aguas que se mueven, fluctúan y eventualmente crecen por debajo de la avenida Juan B. Justo. Escribir es poblar con la imaginación y Cada vez más cerca trabaja implacable en esa dirección, con tono zumbón, como si viera algo que se aproxima.

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