“Vamos a entendernos: su almanaque no es como el mío. Para
mí, el tiempo —al que recién le vengo agarrando la mano— dejó de ser hace rato
una seguidilla de lunes, martes, miércoles. No. Mi tiempo es un fideo. Un plato
de tallarines lisos, sin tuco ni queso rallado.
No sé si sal. Y le digo esto porque no sé, de acuerdo con su
calendario, cuánto tiempo de su tiempo estuve en Sala 8.”
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De fuerte impronta autobiográfica, así como en “Las cartas
que no llegaron” Rosencof narra su infancia, en este libro que mixtura la
realidad con la ficción y el testimonio histórico con la poesía convoca a sus
fantasmas para exorcizarlos. Sus herramientas son el afecto, el humor y la
ternura con que narra su historia, una historia que ayuda a comprender que la
paz sólo se encuentra cuando se alcanza la verdad.
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