Palabra de Bradbury
Visionario y emprendedor, cerrado defensor de las
bibliotecas y de los libros de papel. Así se muestra el autor de Fahrenheit 451
en esta entrevista en su casa de Los Ángeles, con motivo de la publicación en
España de dos de sus novelas cortas en el libro "Ahora y siempre".
Si hubiera nacido en el siglo XV Ray Bradbury (Waukegan,
Illinois, 1920) sería un perfecto hombre del Renacimiento, un Leonardo da Vinci
prolífico y genial en cualquier campo. Y si fuera producto del siglo XXI, de
esos años que anticipó en sus libros y en su cabeza, sería el mejor ejemplo de
la cultura multimedia capaz de expresarse con palabras, con edificios y con
sueños espaciales que se han ido haciendo realidad. A los ojos de quien
simplemente le vea sentado a la puerta de su casa, bañado por el sol en lo alto
de la escalera que conduce al que es su hogar desde hace 50 años en el apacible
barrio angelino de Cheviot Hills, el escritor y novelista, visionario y
arquitecto, guionista, ensayista y poeta, uno de los padres de la literatura
fantástica contemporánea, no será más que un abuelo simpático y de mirada
pícara dispuesto a contar batallitas de otros tiempos. Al fin y al cabo, el
próximo 22 de agosto se coloca a las puertas de los 90. Una edad en la que el
descanso está más que merecido. Pero esta última sería una visión muy simplista
del Bradbury actual, de su talento y de su temperamento. Porque utilizando una
expresión típicamente costarricense, el hombre que dio al mundo Fahrenheit 451
y Crónicas marcianas es “pura vida” incluso a los 88. Como dijo George Clayton
Johnson, autor de La fuga de Logan, “Ray siempre ha sido un chaval de 14 a
punto de cumplir los 15”.
La inquietud del adolescente sigue reflejada en el rostro de
Bradbury aunque el cuerpo le traicione mostrando rastros de una edad que le
limita el movimiento. La vista también está prácticamente perdida en los ojos
de un hombre que “fue capaz de verlo todo mucho antes”, como le dijo el padre
de la carrera espacial, el alemán Wernher von Braun, a la llegada del primer
cohete a Marte, cuando compartió con él ese triunfo para la humanidad. Y el
oído también le falla. Pero lo importante es la mente y ésa sigue ahí. Como
asegura a modo de recibimiento o de mantra, ?el momento más feliz del día es
levantarme cada mañana y ponerme a escribir”. Ahora es más complicado que hace
casi seis décadas cuando alquilaba la máquina de escribir en los bajos de la
Biblioteca de la Universidad de California en Los Ángeles para desgranar las
páginas de Fahrenheit 451, su obra más conocida. Pero el proceso es el mismo. “Nunca
he trabajado por dinero, tampoco buscaba una carrera. Decidí ser escritor a los
3 años, empecé a escribir con 12 y he escrito desde entonces. Para sentirme a
gusto”, se explaya con sencillez. “Todo es amor. Escribo por amor y ése es mi
único consejo. Ama lo que escribes y escribe lo que amas”, añade el escritor,
de quien ahora se publican en España sus dos novelas cortas En algún lugar y
Leviatán 99, agrupadas en el libro Ahora y siempre.
Para leer la entrevista completa, seguí este link.
Y algunos de sus grandes libros:
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