La editorial El hilo de Ariadna edita la Biblioteca Personal
de J.M. Coetzee, que consta de la selección e introducción de doce clásicos de
la literatura universal que lo han acompañado a lo largo de su vida.
"La Marquesa de O. /
Michael Kohlhaas", de Heinrich von Kleist
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Durante una noche de «felicidad indecible» la virtuosa
Alcmena es fecundada por quien ella supone su marido, pero que luego resulta
ser el dios Júpiter, que ha asumido la forma de su esposo. Si no solo sus
sentidos físicos sino también las fibras más profundas de su corazón fracasaron
en decirle quién estaba con ella en la cama, ¿puede estar segura de algo?
¿Puede siquiera estar segura de que ella es ella misma? El narrador que cuenta
la historia de la Marquesa sugiere oblicuamente que el autor del embarazo de la
dama puede ser sobrenatural (el niño «cuyo origen, precisamente porque era más
misterioso, también parecía ser más divino que el de las otras personas»,
palabras agregadas por Kleist cuando revisó el relato en 1810) y así, debajo
del misterio banal de quién cometió el acto, puede surgir un misterio más
hondo. Tras haber insinuado estas profundidades, Kleist cambia de rumbo. Pero,
detrás de la solución feliz propuesta por la narración para el enigma de la
paternidad del niño, el oscuro aire de inquietud de la Marquesa sugiere que el
género cómico donde se encuentra inmersa puede no ser al que verdaderamente
pertenece.
De la Introducción de J. M. Coetzee
«Pues en el fondo él sabe que dentro suyo hay algo oscuro,
subterráneo, pre-olímpico, titánico-barbárico… que nada tiene que ver con la
educación, el humanismo, la elegancia, el dorado término medio, el ideal, la
Grecia de Winckelmann…, sino que es dionisíaco, poseso, extático-excesivo…».
Thomas Mann
"Tres mujeres /
Uniones", de Robert Musil
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Nacido en los años declinantes del imperio de los Habsburgo,
Robert Musil sirvió a su Majestad Imperial y Real en una sangrienta
conflagración continental y encontró la muerte durante la guerra todavía peor
que siguió. Mirando hacia atrás, llamaría a la época en la que vivió «una era
maldita». Para Musil, el rasgo más obstinadamente retrógrado de la cultura
alemana era su tendencia a separar el intelecto del sentimiento. Le parecía que
la educación de los sentidos a través del refinamiento de la vida erótica
entrañaba la promesa de elevar a la gente a un plano ético más alto. Deploraba
los roles rígidos, que se extendían incluso al ámbito de la intimidad sexual,
confirmados en su vigencia por las costumbres burguesas tanto de hombres como
de mujeres. «Como consecuencia, se han perdido y sumergido regiones enteras del
alma», escribió.
De la Introducción de J. M. Coetzee
«Todavía más que la de Proust, la sensibilidad de Robert Musil
era hermafrodita. Se podía centrar en la corriente de la conciencia femenina
inarticulada o subliminal, en las palabras de las mujeres cuando hablan consigo
mismas, con una exactitud y una osada precisión que ningún otro escritor
moderno ha alcanzado». George Steiner
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