París, además de una ciudad, es un concepto, un punto de
referencia, construido a lo largo de décadas. Fue el motor y el escenario de la
Modernidad en la segunda mitad del siglo XIX, y el centro de la cultura en la
primera mitad del siglo XX. En ambos momentos fue, también, un faro y una usina
de las ideas y la política. Este largo reinado, no exento de azares y
violencias, parece terminar tras la Segunda Guerra Mundial. Una vez que el
mundo despierta de esa pesadilla, el centro ha cambiado de continente. Se fija
en Estados Unidos, y durante los sesenta la nueva ciudad luz será Nueva York.
Al mismo tiempo, la Revolución Cubana altera las relaciones entre norte y sur, entre centro y periferia, donde la liberación, vía la revolución, parece un sueño posible. Y París por entonces casi sede vacante recibe a un nutrido grupo de artistas argentinos. Diversos entre sí, que militan en estéticas muchas veces antagónicas o al menos inconciliables, pero todos dispuestos a una experiencia que no consista en reverenciar a la otrora capital del arte, sino en la del viaje cultural. Antonio Berni, Julio Le Parc, Alberto Heredia, Antonio Seguí, Lea Lublin y Copi, entre otros, se asentarán allí y construirán una obra que tendrá la marca del desplazamiento, y casi sin querer, la de un arte que se pensará en adelante como latinoamericano.
En “Argentinos de París”, Isabel Plante reconstruye esta trama y hace visible su singularidad. Analiza el efecto de esas obras, que se sentirá a ambos lados del Océano, con lecturas distintas y con una marca de una originalidad que inaugura una época y, de algún modo, un tipo de relación con las metrópolis europeas. Hay pocas experiencias del arte argentino contemporáneo tan importantes y distintivas, y tan poco estudiadas. Hasta hoy. Este libro luminoso y sorprendente hace justicia a la huella múltiple y compleja de los artistas.
Al mismo tiempo, la Revolución Cubana altera las relaciones entre norte y sur, entre centro y periferia, donde la liberación, vía la revolución, parece un sueño posible. Y París por entonces casi sede vacante recibe a un nutrido grupo de artistas argentinos. Diversos entre sí, que militan en estéticas muchas veces antagónicas o al menos inconciliables, pero todos dispuestos a una experiencia que no consista en reverenciar a la otrora capital del arte, sino en la del viaje cultural. Antonio Berni, Julio Le Parc, Alberto Heredia, Antonio Seguí, Lea Lublin y Copi, entre otros, se asentarán allí y construirán una obra que tendrá la marca del desplazamiento, y casi sin querer, la de un arte que se pensará en adelante como latinoamericano.
En “Argentinos de París”, Isabel Plante reconstruye esta trama y hace visible su singularidad. Analiza el efecto de esas obras, que se sentirá a ambos lados del Océano, con lecturas distintas y con una marca de una originalidad que inaugura una época y, de algún modo, un tipo de relación con las metrópolis europeas. Hay pocas experiencias del arte argentino contemporáneo tan importantes y distintivas, y tan poco estudiadas. Hasta hoy. Este libro luminoso y sorprendente hace justicia a la huella múltiple y compleja de los artistas.
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